Hace 50 años, la ciudad de Santo Domingo se extendía al Norte hasta la ribera del Río Isabela; hacia el Este, hasta lo que hoy se conoce como Ensanche Alma Rosa; y por el Oeste hasta la actual Avenida Abraham Lincoln.
Hoy, es una importante metrópolis, llena de energía y vitalidad, con grandes avenidas, áreas verdes, elevados, túneles, metro y gigantescos edificios, todo lo cual produce el deleite de nuestros compatriotas y el reconocimiento de quienes nos visitan.
El año pasado, la ciudad de Santo Domingo fue declarada Capital Americana de la Cultura.
Nada de cuanto he dicho significa que no tengamos carencias, deficiencias y limitaciones. Para alcanzar las metas de un verdadero desarrollo incluyente, que reduzca la pobreza, fomente el empleo y garantice la satisfacción de las necesidades básicas de todo ser humano, aún es mucho lo que nos queda por recorrer.
Pero los logros y avances obtenidos por nuestro pueblo a lo largo de estas últimas cinco décadas, debe ser motivo de gran orgullo y regocijo para todos los dominicanos, pues además de ser la obra de todos, constituye la mejor prueba de lo que puede una nación cuando se propone entre sus objetivos, el trabajo, el progreso, la prosperidad y el bienestar.
No obstante, entre los grandes resultados de este último medio siglo, ninguno, tal vez, haya tenido la trascendencia ni haya impactado de manera tan decisiva en la vida nacional, como la conquista de la democracia y la libertad.
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