16 Julio 2011, 12:57 PM
Réquiem
Consumada la nefasta aprobación legislativa para el Gobierno utilizar en proyectos habitacionales los fondos de pensiones, que a marzo ascendían a 127,780.78 millones de pesos, ya lo único que queda es velar para que los recursos no corran la misma suerte del desaparecido Banco de los Trabajadores.
El instrumento jurídico a través del cual se enmarca la inversión de los recursos no es garantía como para despejar temores. El asunto no está en la formulación del “Proyecto de ley para el desarrollo del mercado hipotecario y fideicomiso”, como se denomina, sino en la ejecución.
El carácter populista, como la construcción de viviendas baratas, genera tanta desconfianza como que la ejecución del proyecto esté a cargo de un funcionario político, como es el caso del superintendente de Pensiones, Joaquín Jerónimo, designado en el cargo con ese propósito.
Que se hayan creado instrumentos financieros como el fideicomiso, letras hipotecarias, valores titularizados, bonos y cédulas hipotecarias, contratos de participación y otros requisitos puede ser muy importante y hasta un deseo de actuar por el libro, pero no una garantía de que los fondos no se esfumarán.
Con quiebras como la del Banco de los Trabajadores tienen sectores sensatos para objetar que el Gobierno utilice los fondos de pensiones para ningún proyecto. Eso de que serán aprovechados para obras sociales, sobre todo para un sector históricamente deficitario como el de la vivienda, no es más que un eufemismo.
Al menos colocados en certificados estaban garantizados. Que las viviendas son necesarias, nadie lo discute ni es lo que está en juego. Lo censurable es que el Gobierno tenga que utilizar recursos que ni siquiera son suyos, que son para la pensión o jubilación de los trabajadores, en proyectos sociales.
De haberse creado las condiciones económicas y sociales no se tendría hoy que dar respuestas tan perturbadoras al déficit habitacional. La misma crisis económica que ha llevado al Gobierno a negociar un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) torna más inquietante la inversión de los fondos de pensiones.
Hoy por hoy la estabilidad en el empleo es muy frágil como para garantizar que un trabajador pueda saldar en el plazo establecido la adquisición de una vivienda, por más barata que sea y atractivas las condiciones. No es más que una de las muchas interrogantes en torno al proyecto.
Desoídos los señalamientos de que lo mejor era no tocar los fondos, antes de entonar el réquiem por el hecho consumado todavía queda el recurso de velar para evitar que se evaporen o sean utilizados con otros fines. Aunque parezca remoto